lunes, 27 de agosto de 2007

The question is blowing in the dream, (II)



Digamos que aquella plantación del sueño, aquel terreno fértil era un viñedo. Ya bauticé la dicotomía como "el viñedo y el avión". El viñedo es la plenitud doméstica, la comunicación cara a cara con la naturaleza, la comprensión de los ciclos, esperar por las semillas. El avión es el mundo. Mirarlo y olerlo. El avión es el viento en la cara, la sorpresa, la interacción con lo público. Cuando era chico, mi hermano siempre jugaba al "tuto o coco". Le ponía "tuto" de nombre a cualquier cosa, un caramelo, un autito, una flor, y "coco" a la otra. Y las escondía en sus puños. Uno debía elegir "tuto o coco". Era divertido pero en general quedábamos con las ganas de lo que él guardaba en la mano cerrada. ¿Será alguna vez realmente el pasto más verde del otro lado?
Tengo dos pesadillas recurrentes.
Una.
Estoy en, supongamos, Manhattan. En algún lugar del Central Park. O en ese pasillito de acera donde hay bancos y da al lago o río, o no se, no fui, aún. O en Barcelona, creo que hay un pasillito parecido. Me gusta lo que huelo, me gusta el revoltijo y la sensación de You are here. Im the queen of the world. Gente en camisón en la calle, Carrie, Allie. Ser viajera es un trance de sentido escurridizo. Pero un día, extraño, la fertilidad concreta, una casa construída con el cuerpo propio, leños, cortinas de cuentas, viñedo, intimidad.
Dos.
Remuevo y remuevo la tierra, y abono, y tarda mucho en salir. Como dicen que el bambú. No puedo sola con algo tan extenso y tan barro. Debe haber alguien más. A veces hace frío. Si se esfuma –por ejemplo ese alguien más, por ejemplo lo que crece- se me impregna el fantasma de haber perdido el tiempo. Y a veces, también, es todo tan poco sofisticado. Tan revolver la cacerola para que no se pegue.
Es raro, en el sueño, brillante como el sol al mediodía, no se veían peligros. Al contrario. Y sin embargo. Mujer de poca fe.
Las pesadillas son, despierta, en un “tuto o coco” suspendido. Ahora, aquí afuera solo hay asfalto y un pino verde claro que no puede crecer en una maceta mínima. Lo apoyo en una silla, en la mesa, lo muevo hasta que lo mude a un lugar donde pueda ser más fuerte. Echar raíz para apuntar al cielo.

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