viernes, 6 de julio de 2007

UNA LATA DE SARDINAS Y DOS RECUADROS

A veces, cuando te encargan un texto, se siente como si la tarea consistiera, de antemano, en un "relleno" de caracteres, 10 mil, 20 mil, un kilo, dos, multiprocesados electrodomésticamente, para pasar, de una edición a la otra, como pasan los días en los que no pasa nada. Como cuando el ama de casa moderna, desesperada ante la pregunta ¿Qué hacer de comer?, abre dos latas "y ya está" , el escritor, redactor o artífice del copy-paste ad-hoc, abre dos páginas, pone una palabra detrás de la otra con tanto hastío como eficiencia, y listo, un plato, un texto, la intrascendencia fast-text. Los medios se llenan de halagos al viejo new journalism pero les da pánico una nueva propuesta en presente y siguen casados con el sujeto, verbo y predicado, los títulos probados mil veces. Pocas excepciones hay. En una entrevista reciente de www.eblog.com.ar, el cronista-divo-genio Martín Caparrós, opina sobre los editores de medios gráficos -argentinos, pero aplica a México elevado al cuadrado:

“... trabajan para una especie que ellos han inventado que es muy paradojal y contradictoria, que es un lector que no lee. Ellos creen que los lectores no leen. Entonces, si un lector no lee, ¿qué carajo es? Porque un lector se define por ser alguien que lee. Un lector que no lee es como… qué se yo… una heladera que calienta."

¿Cuántas notas sobre los beneficios del vino tinto puede leer una persona en su vida? ¿Cuántas sobre "las chicas malas de Hollywood"? ¿Y si ponemos un negocio de fórmulas preescritas y las vendemos? Podría ser un software donde el artículo se escriba solo, total los cinco sentidos no hacen falta en este paradigma editorial. Para algunos, todavía, reinvidicar la forma puede resultar frívolo, erróneo, al fin y al cabo se trata sólo de "dar información", esa opinión-truco ascéptico y facilista. ¿Cuántas personas que hoy se dedican a editar aman verdaderamente las palabras? ¿Cúantas son capaces de discutir y entender que no es lo mismo decir "niño" que "pequeño" o que "chico"? ¿Cuántos editores corrigen "para bien" los textos, mejoran al escritor tironeando de sus capacidades, se toman el tiempo para ver para qué sirve, lo potencian? ¿Cuántos aceptan ideas nuevas?
Alguien dirá que existen ámbitos exclusivos para la crónica cool. Es cierto. Pero antes que un ghetto para leerse entre colegas una innovación real sería cambiar el text-chatarra en serie por el nutri-text artesanal, en todos los espacios posibles...

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